Desde aquellos despejos tórridos
hasta la acogedora modorra,
solías escoltarme atenta
a mi tormento; donde el desierto
plagado de silencios tristes.
Después de algo más de un millar
de vueltas en torno a mi leve ánima,
de nuevo, hoy, te me presentas
tal y como sin querer debí
nombrarte y negar mi existir.
Durante mi forzada pérdida
de la apetencia por ser feliz,
mis exiguos, falsos temprano,
latidos titubean. Un grito
mudo se va; nace Desidia.
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