8 de noviembre de 2011

Cuadrado cuadro

Descubrí un día viejo de senderos,
de siempre polvorientas mismas piedras,
con cuales solía y atinábamos a darnos,
hartables; tremendas aburridas veces.
M'encontré la flor brillante de soltura,
qu'embriagaba sueño, escarcha o luna,
sin dueño eterno y siempre ardiendo,
con pasiones rojas, sangre y pétalo.
Los árboles me hablaban susurrantes
de secretos pasionales y de cuentos,
para ayudarme a emocionarte día día,
como aquel célebre, mi espía, doresco...
Pensé... mas fue la claridad que m'encontró.
El viento; él, lento en sus lamentos,
que conformaba parte del idílico paisaje,
no era único, ni estaba solo, ni lo era todo.
Buscar y rebuscar el alma de las cosas,
rastrearlas, en fin, cual mi lágrima en el mar,
fue tarea d'este tiempo que ayudó a visualizar,
siendo ayuda, fin, causa, la razón de mi pesar.

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