3 de abril de 2011

Duricias del blandito corazón.

Aún quedan segundos, para expulsarlo todo,
tanto horas en letras como infinitas estrellas.
No entiendo, el qué ni dónde, debería dejar el lastre,
qué horrible captura, mezquina, hecha sin ninguna cordura.

Veo el rastro que dejo, goteo, carmesí y ardiente,
del latido afligido, aunque sin vuelta aparente.
Sigo en balde el camino, de sombrías baldosas,
que resbalan y cortan, por igual de mortales.

Y de callos me armaron, sin escudos forjados,
ni espadones dispuestos, a cortar este nexo.
Veo atónito el viento, que erosiona tan lento,
este cuerpo agostado, pero no mis lamentos.

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